SAN DIEGO (UC)- Los campos agrícolas de California producen la mayor cantidad y variedad de alimentos que ayudan a gozar de buena salud. Pero la mayoría de quienes los cosechan no se benefician de esa riqueza de nutrientes, según una educadora comunitaria de Extensión Cooperativa de la Universidad de California.
En vez de comer más de las frutas y verduras frescas que ellos ayudan a producir, estos trabajadores y sus familias consumen más alimentos procesados que propician enfermedades tan devastadoras como la diabetes. Brenda Lorenzana dice encontrar eso con frecuencia en sus clases de nutrición en el condado de San Diego, al preguntar quiénes leen las etiquetas de productos alimenticios.
"Las personas que levantan la mano es porque ya tienen una enfermedad. Tienen diabetes, colesterol o una presión alta", lamenta Lorenzana. Según ella, la mayoría de quienes se enteran del contenido nutricional al seleccionar alimentos lo hacen por recomendación médica. Tratan de evitar excesos en el consumo de grasa, azúcares, sodio y otros ingredientes que deben limitarse en la alimentación.
"Entonces, nosotros les decimos que es bueno también saber cuántas cantidades necesitamos al día de cada cosa. Cuánto es el máximo que debemos de consumir", agregó.
California produce más de la mitad de las frutas y verduras frescas y otros alimentos de origen vegetal que se consumen en Estados Unidos. Pero, a medida que las autoridades de salud aconsejan incrementar el consumo de esos productos para contener la epidemia de obesidad, los estudios siguen indicando que las familias campesinas son las peor alimentadas.
Se calcula que el 81 por ciento de los hombres y 76 por ciento de las mujeres que trabajan en la agricultura, en su gran mayoría inmigrantes de México, padecen de obesidad.
La causa principal es el consumo elevado de alimentos procesados, que usualmente carecen de nutrientes claves para gozar de buena salud. En cambio, contienen demasiadas grasas, azúcar y sodio que propician la obesidad y enfermedades cardiovasculares.
Para la mayoría de los estadounidenses, descifrar el contenido de ingredientes y nutrientes no es fácil. De acuerdo con Lorenzana, esa tarea resulta "más difícil para los trabajadores del campo porque no saben inglés". De ahí que en las clases se incluya un poco de enseñanza de este idioma.
"Les enseñamos que 'whole grain' significa grano entero, 'whole milk', que es leche entera", explicó Lorenzana de las clases que Extensión Cooperativa imparte gratuitamente a familias de ingresos bajos. También enseñan a no dejarse llevar por la apariencia del paquete en que se venden los alimentos.
"Muchas veces, por ejemplo al comprar la leche, se basan por el color del tapón. Dicen, 'compra roja, compra la rosa, compra la verde'. Pero les digo: tienen que leer etiquetas", explicó. "Llevamos ejemplos de productos donde ellos pueden comparar lo que es la leche entera, la leche 2 por ciento, 1 por ciento, leche de soya o descremada".
Lorenzana y sus colegas hacen ver a las familias inmigrantes las desventajas de comer ciertos alimentos típicos de la comida rápida.
"Llegan aquí, empiezan a comer hamburguesas, que no son lo malo, ¿verdad? Pero, ¿todos los días, pizza, sodas? Y luego después dicen: '¿Por qué yo en mi pueblo no me enfermaba?", contó la educadora. "Les digo: Porque en tu pueblo caminabas. En tu pueblo comías cosas sanas. Tú cultivabas tus alimentos, tus frutas, tus verduras. Y aquí no".
Al mismo tiempo, se les hace ver que ciertos alimentos tradicionales en sus países de origen son mejor de lo que algunos de ellos piensan.
"Por ejemplo, en México se usa comer mucho pozole. Y ellos, 'pozole', con la cara así como de vergüenza. Y les digo: ¿A ver, qué tiene el pozole? Tiene verduras, tiene grano, tiene carne. O sea, ¡es completo!", indicó la educadora. "Solamente que, eso sí, vamos a hacer un cambio en la grasa. En cómo lo cocinamos. Es el único cambio que vamos a hacer".
Lo mismo ocurre al comparar otros alimentos tradicionales de los inmigrantes hispanos con la adopción de hábitos alimenticios menos sanos.
"Yo les pregunto, por ejemplo: ¿Qué comieron? 'Frijoles… Pero así como avergonzados: 'Frijoles con queso y tortillas y salsa', dijo Lorenzana imitando el tono un tanto compungido de sus alumnos. "Y les digo: ¡Eso es lo mejor que pueden comer! Unos frijoles, unas tortillas, una salsa".
Esos alimentos son fuentes ricas de proteínas, vitaminas y minerales, fibra, calcio y otros nutrientes importantes.
"Entonces, ellos se dan cuenta que están reuniendo los requisitos de Mi Pirámide", dijo en alusión al patrón de hábitos alimenticios recomendado por el Departamento de Agricultura. "Que están alimentándose bien, que no es algo como para sentirse culpables".
Lorenzana y sus colegas enfatizan el impacto que el tamaño de las porciones de los alimentos puede tener en la salud.
"O sea, si como 20 tortillas, ahora voy a comer menos pero voy a comer más vegetales. Porque muchas veces también ese es un problema de nosotros, los mexicanos, que la tortilla la usamos hasta como cuchara, ¿verdad?".
En las clases se hacen ver los requerimientos nutricionales. Por ejemplo, que un adulto usualmente requiere consumir alrededor de 2,000 calorías diariamente. El contenido nutricional, indicado por porción en las etiquetas de alimentos, ayuda a calcular esa cantidad.
"Que sepan cuántas porciones necesitan al día. Por ejemplo, un jugo. Les enseñamos cuántas porciones necesitan de ese jugo, o de esa vitamina que les va a dar ese jugo, o ese calcio, cuánto necesitan al día", dijo. "Y cómo ellos pueden consumir esos productos para tener el 100 por ciento de las vitaminas, de los minerales o lo que sea que necesitamos al día".
Sobre todo, se enfatiza aprovechar la gran variedad de alimentos frescos que produce la agricultura del estado para gozar de buena salud. No obstante las barreras culturales y lingüísticas, Lorenzana se muestra optimista en ayudar a que más inmigrantes latinos logren esa meta.
"Es muy satisfactorio ver que la gente que aun no habla inglés, sabe interpretar las etiquetas", dijo de sus clases. "Ver que la gente empieza a conocer vegetales. Porque hay mucha gente que no conoce muchos vegetales. O sí los conoce, no sabe cocinarlos".
Pero ella enfatiza que eso no debe ser un obstáculo para incluir nuevas frutas y verduras en la alimentación diaria.
"Tenemos fotografías de las cosas en inglés y en español. Y entonces se las enseñamos. ¿Qué es esto? ¿Cómo se llama en inglés?", explicó. "Y les digo: Vayan al mercado. Y si ven que alguien está agarrando algo que ustedes no conocen, una fruta, una verdura, pregúntenle cómo cocinarlo. Porque así van a probar otras cosas".
Aunque la variedad de alimentos es elemento clave en las clases de nutrición, Lorenzana señala algo que los inmigrantes, en particular, deben tener en mente para proteger la salud al explorar lo que ofrece el mercado de alimentos:
"Si van a un país, adopten las costumbres buenas de ese país, no las malas. Si emigramos a un país, hay que tomar las costumbres buenas", concluyó la educadora de nutrición de la UC.
Para informarse acerca de las clases y talleres que imparte la Extensión Cooperativa de la UC, visite la página de las oficinas de este programa en cada condado, http://ucanr.org/Oficinas.