Una verdad alimentaria con la que podemos vivir

Jun 12, 2012

Lo que sabemos acerca de comer, no comer y comer en exceso ha sido indagado por científicos y universidades de investigación desde la década de los 20. El Diario de Nutrición (Journal of Nutrition) empezó a publicarse en 1928. Hoy en día, 2.5 millones de consultas al mes son prueba de la existencia de un conjunto masivo de conocimientos sobre la naturaleza de nuestra cambiante relación física y cultural con la comida. Hay por lo menos 30 o más publicaciones sobre alimentos y nutrición que recopilan y divulgan esta información científica a nivel global.  

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El resultado: los estadounidenses pasan hoy en día más tiempo debatiendo sobre lo que van a comer que en cualquier otro momento de la historia. Las firmes creencias de la mayoría de los adultos sobre lo que se debe comer o evitar tienen sus orígenes en la historia de esta ciencia. A pesar de la intención de esta investigación y a que se le reta con frecuencia, la gente se muestra entendiblemente escéptica o es fácil de reclutar para la siguiente moda alimenticia.  

Siendo una graduada de ciencias alimentarias, y más tarde escritora del campus universitario, he trabajado en el centro de una universidad líder en  investigación alimentaria durante más de una década. Este punto de vista privilegiado me ha permitido seguir el camino de estos pequeños riachuelos de investigación conforme fluyen a través de las publicaciones científicas para después ser diluidos por los intereses comerciales. También, con gran rapidez se pasan a los medios de comunicación sin ninguna interpretación ni el contexto completo de su deseado propósito.

Quizás la forma más sagrada de la evidencia de investigación a largo plazo que seguimos es la etiqueta de los alimentos, una versión abreviada de la verdad que le da poderes a nuestra elección de ser leal a nuestras firmes creencias. La investigación y métodos universitarios también determinan de manera indirecta lo que aparecerá en las etiquetas en el futuro. Yo he admirado desde hace tiempo la ética pragmática de Barbara Schneeman, quien me dio clases siendo profesora de nutrición y decana de la facultad, antes de dirigirse a la Administración de Drogas y Alimentos a coordinar el rediseño de las etiquetas sobre datos nutritivos de los alimentos (y otras regulaciones). 

Mientras tanto, los esfuerzos en la “cancha alimentaria” nacional para responsabilizar a la publicidad de la verdad están ganando impulso. A pesar de darle el uso incorrecto, las universidades continúan siendo la mejor fuente de la verdad sobre los alimentos. Con esto se asume que el profesorado mantiene su libertad de desafiar la verdad y que los fondos para la investigación están disponibles para validarla. Desafortunadamente, los fondos para la investigación alimentaria se están encogiendo junto con el presupuesto federal y las agencias federales responsables han visto un incremento en las solicitudes para obtener lo que queda.

Esta semana, el Consejo Nacional de Investigación dará a conocer su reporte “Las Universidades de investigación y el futuro de Estados Unidos: diez acciones vitales para avanzar para la prosperidad y seguridad de nuestra nación” (Research Universities and the Future of America: Ten Breakthrough Actions Vital to Our Nation's Prosperity and Security). El reporte intentará enumerar las diez principales acciones que el Congreso, el gobierno federal, los estados y las universidades de investigación pudieran llevar a cabo para asegurar que las universidades de investigación estadounidenses ayuden Al país a “competir, prosperar y lograr objetivos nacionales en favor de la salud, energía, medio ambiente y seguridad dentro de la comunidad global”.

Nosotros, los que estamos observando, podemos tan sólo esperar que la verdad alimentaria que se necesita para desafiar la publicidad exagerada sobre alimentos se encuentre en dicha lista.