DAVIS (UC) – Contrario a la percepción que existe respecto a que todos los aspectos de la memoria sufren estragos durante el proceso de envejecimiento, existe evidencia científica que indica que la única memoria que se ve afectada es la episódica, o sea, la que guarda los recuerdos de eventos o episodios sobre experiencias personales. Otros tipos de memorias continúan intactas o incluso, muestran cierta mejoría.
Además de la memoria episódica, contamos también con la semántica y la procesal o de procedimientos. La memoria semántica abarca información general como idiomas, objetos, lugares, normas sociales, relaciones, hechos y conceptos, entre otros. La de procedimientos es la que nos permite usar destrezas motoras sensoriales como montar en bicicleta y tocar el piano, o aprender y memorizar procedimientos, secuencias y reglas para resolver tareas y rompecabezas y el uso de rapidez y exactitud al identificar una palabra o una figura.
“Cuando las personas de edad mediana o avanzada discuten su estado de salud y bienestar, una de las preocupaciones que más mencionan es la relacionada con los problemas de memoria, inclusive el temor a padecer de la enfermedad de Alzheimer”, señala la profesora Beth A. Ober, del Departamento de Desarrollo Humano y Comunitario de la Universidad de California en Davis, en un artículo titulado “Memory, brain and aging: The good, the bad and the promising” (Memoria, el cerebro y el envejecimiento: lo bueno, lo malo y lo prometedor), publicado en la revista científica California Agriculture de la UC.
En este artículo, Ober menciona que aún persisten varios mitos sobre la pérdida de la memoria durante el proceso de envejecimiento.
Uno de ellos es que la habilidad de la memoria se reduce en las personas de edad avanzada a tal punto que afecta de manera significativa sus funciones diarias. La verdad es que un 85 por ciento de los adultos de 65 años o más no muestran una pérdida significativa de la memoria y pueden vivir de manera independiente.
Otro mito es que la enfermedad de Alzheimer es algo inevitable en la vejez. La realidad es que esta enfermedad, que conforma un 50 por ciento de todos los casos de demencia, ocurre sólo en un 0.9 por ciento de las personas de 65 años, en un 4.2 por ciento de las de 75 y en un 14.7 por ciento de las de 85 años de edad.
El siguiente mito, que Ober menciona en su artículo, es que cuando los problemas de memoria ocurren durante el proceso normal de envejecimiento incluyen todos los tipos de memoria. Lo cierto es que sólo un tipo de memoria a largo plazo, conocida como episódica o memoria de eventos, sufre un deterioro significativo durante el envejecimiento normal.
De acuerdo con Ober, los científicos han podido documentar el deterioro de la memoria episódica en los adultos de edad avanzada mediante pruebas de laboratorio. A las personas se les somete a pruebas de reconocimiento en la que tienen que responder si cierto objeto estaba o no incluido en una lista presentada previamente. Los adultos mayores de edad mostraron poco o ningún déficit de memoria en reconocimiento, pero en contraste mostraron un gran déficit en la habilidad de recordar.
“La disociación entre recordar y reconocer es la razón por la que con frecuencia no podemos acordarnos del nombre de una película que vimos o de una persona que conocimos varios días atrás, mientras que si podemos reconocer fácilmente el nombre como correcto si se nos presenta sólo o como parte de varias opciones. Entre más viejos nos volvemos, más problemas tenemos para recordar. Sin embargo, cuando podemos reconocer un nombre que no podemos recordar, esto muestra que por lo menos el nombre está parcialmente disponible en la memoria pero no fácilmente accesible”, indica la experta.
Por otro lado, hay evidencia científica que indica que mientras la memoria episódica sufre estragos con el avance de los años, la semántica no sólo se preserva intacta sino que tiende a mejorar hasta la octava década de vida, después de la cual se ha observado un deterioro gradual.
“Existe evidencia de que conforme avanzamos por la edad media y la tercera edad adquirimos vocabularios más extensos y un conocimiento más amplio sobre el mundo que nos rodea, lo cual representa buenas nuevas respecto a la memoria y el envejecimiento”, escribe Ober. “
Pero si bien es cierto que el conocimiento sobre vocabulario está protegido contra los estragos de la edad, la facilidad con la que las personas recuerdan las palabras no lo está. Pero esto no se debe a la falta de conocimiento o memoria, sino más bien a la reducción en la velocidad con la que se recuperan las palabras.
Igual que la memoria semántica la de procedimientos se mantiene intacta durante el proceso normal de envejecimiento, porque como reza el dicho “lo que bien se aprende, nunca se olvida”. No obstante, aunque las funciones motoras y sensoriales, como tejer, manejar, montar en bicicleta, se mantienen intactas, lo que se ve afectada es la facilidad con las que se llevan a cabo; esto se debe a problemas de movilidad que las personas de edad avanzada suelen presentar.
Por otro lado, hay un creciente apoyo a la hipótesis de que el ejercicio y una buena condición física en general pueden mejorar las funciones cognitivas (incluyendo la memoria) y del cerebro a lo largo del periodo de la edad adulta. La evidencia inicial se basa en estudios de observación.
Un estudio realizado en 2009 mostró que existe una relación entre un incremento en la actividad cardiovascular con un incremento significativo del volumen del hipocampo, una parte del cerebro asociada con la memoria episódica, entre un extenso grupo de personas de entre 59 y 81 años.
Asimismo, la continua actividad mental (como leer, resolver crucigramas, jugar barajas, etc.) ha demostrado tener efectos positivos en el funcionamiento cognitivo de las personas de la tercera edad, lo cual apoya la hipótesis de “úsalo o piérdelo”, con referencia al cerebro.
Un estudio realizado en 2007 encontró que un grupo con un baja actividad mental tenía 2.5 veces más posibilidades de desarrollar la enfermedad de Alzheimer que un grupo con mayor actividad mental durante un periodo de cinco años.
Para concluir, la experta mantiene que “conforme la población de adultos mayores de edad continúa creciendo a nivel estatal, nacional y global, hay un creciente interés de intervenir para minimizar los estragos que sufre el cerebro, maximizar su funcionamiento y mantener niveles adecuados de funciones cognitivas y de la memoria a lo largo del envejecimiento”.
“En la medida en que la memoria y otras funciones cognitivas puedan ser preservadas, o por lo menos mínimamente atrofiadas, tendrá efectos positivos en el funcionamiento diario y satisfacción por la vida para los adultos de edad avanzada; y contribuirá a reducir los costos por cuidado y extender los años de vida independiente”, indica Ober.
La serie completa de artículos enfocados en la población envejeciente se encuentra en el sitio Internet de la revista California Agriculture de la UC (http://californiaagriculture.ucanr.org) en la edición de octubre-diciembre, 2010, Vol. 64. No. 4.